El Yunque
EL juego de luces que se filtra a través de la copa de los arboles trae una sensación de confort y protección de la madre naturaleza al observador. Los sonidos armoniosos callan todos esos sonidos que aun resuenan en nuestros cabezas adquiridos por tantos anos de vivir en la ciudad. A lo lejos el gorgoreo del río parece llamarnos para que nos zambullamos en sus gélidas aguas. Es otro mundo. Allí se paraliza el tiempo.Volvemos a nuestras costumbres ancestrales. Asumimos la identidad de nuestros antepasados que reverenciaban la naturaleza. Comulgamos con ella en ese intercambio de brisa, sombra, quietud de parte de ella y miradas, suspiros y sensación de bienestar de parte de nosotros.Queremos ser todo oídos para captar la algarabía de sonidos que nos brinda; queremos enfocar la vista para captar la profusión de colores que nos ofrece; queremos expandir el olfato para apreciar los aromas de las plantas y la tierra;queremos plasmar en nuestra piel las suaves brisas y el crujir de las hojas bajos nuestras suelas; queremos saborear la tenue llovizna que atisba a cada rato. Así nos sentimos cuando visitamos EL Yunque.Al llegar la tarde, es dolorosa la partida. Nos preguntamos, porque me he alejado de algo que me hace tan feliz? Quien me ha obligado a dejar todo esto? Que puedo hacer para volver?
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